Itata era el principal exportador de vinos en la Colonia. Hoy se ha soldado la fractura del olvido y superado la depresión en que cayó dormido el Valle, rescatándose con dignidad y fervor, la historia familiar de tan generosas cepas.

Desde hace tres años, en la mismísima Francia, el Valle ganó la primera medalla de oro y pronto se mandaron 1200 botellas, la primera exportación moderna del Itata. Se comercializarán allá y en todo el mundo, en lugares de nicho y en restaurantes gourmet.

Su vocación inevitable es la que siempre ha sido: vinos artesanales llenos de vigor y singularidad, de nicho, asociados para siempre a la calidad, a lo Premium, a un terroir social y cultural inimitable que le otorgan las manos campesinas de su autor.

El relato de estas cepas patrimoniales supera a Chile en su efectividad, ya que comienzan a pertenecer al patrimonio de la Tierra, porque están en una categoría anterior y más amplia: son vinos ancestrales, acunados en maderas autóctonas y métodos nativos centenarios. Por ello, a pesar de la convulsión que vive la humanidad con esta pandemia, reaparecen desde el remoto pasado para auxiliarla. Por tanto, la oportunidad del Itata en el mundo es increíblemente promisoria, dada que tras estos vinos, hay un proceso antropológico, histórico y patrimonial. Quizás por ser criados sin tóxico alguno, solo con la escasa agua de la lluvia que cae del cielo, su misión sea enamorar de nuevo a la persona con el valor de los dones frutosos de la tierra…

– Ziley Mora Penrose –

Investigador y redactor responsable de “En Chile se hace vino en el Itata”